Mi padre nunca me ha colmado de besos en un arranque intempestivo. Tampoco salen con mucha frecuencia de su boca los te quiero, sin embargo, recuerdo la vez que lloró por mí cuando defendí mi tesis de diploma.
Pero de él prefiero la forma callada en que complace mis caprichos, su preocupación constante, esa forma obsesiva de quererme, las noches de insomnio, las veces que me traía el plato fuerte del almuerzo del trabajo…
Le agradezco esa callada manera de quererme, le agradezco tanto amor y sobre todas las cosas esa capacidad de omnipresencia para estar ahí siempre que lo necesito.
(Leslie Díaz Monserrat)