El rostro de la Mona Lisa encierra muchos misterios. Esta pintura del genial Leonardo Da Vinci clasifica, sin exagerar, como la más famosa del mundo. Cientos de investigadores revisan cada centímetro del óleo en busca de símbolos y códigos cifrados.
Para muchos, la doña del siglo XVI sonríe desde su pose señorial, otros descubren signos de desprecio y hasta el momento, su rostro constituye el gran enigma de la decodificación emocional.
A Yunier Broche Pérez le gustan los retos, aunque todavía no ha logrado revelar los misterios de La Gioconda, como también se le conoce al retrato del notorio artista italiano.
Desde hace un tiempo investiga la obra de Paul Ekman y sus teorías sobre las microexpresiones faciales. Este joven profesor de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, estudió psicología y ya ostenta una Maestría en esta rama del saber. Por su entrenamiento, podría actuar como un detector de mentiras humanos.
«No exageres tanto», me corrige y comienza a hablar sobre los descubrimientos de Ekman.
«Este psicólogo estadounidense determinó la existencia de expresiones emocionales de carácter universal, con formas faciales específicas e independientes de la raza o la cultura. Es decir, en todas las partes del mundo, las personas reflejan en su rostro de igual forma la alegría, la tristeza, la sorpresa, el miedo, la ira y el asco».
«Nuestra cara trasmite tres tipos de informaciones: estables (color de la piel, estructura ósea…), lentas (estados emocionales que se extienden por minutos, como el estrés antes iniciar una prueba) y rápidas.
«Dentro de esta última se incluyen las microexpresiones faciales o emocionales, que son los movimientos musculares involuntarios e inconscientes del rostro, relacionados con una emoción que la persona intenta suprimir por diferentes razones.
—¿Entonces el rostro te delata cuando quieres falsear una expresión?
—Claro. Desde el punto de vista psicológico, las microexpresiones actúan como una especie de válvula emocional. No hay que pensar para asustarnos y cuando lo hacemos, todo nuestro cuerpo actúa en consecuencia con ello, porque existe una correspondencia entre la expresión de una emoción y lo que se siente. No estamos diseñados para mentir.
—Entonces ¿por qué lo hacemos?
—El contexto, en ocasiones, te limita a no expresar lo que sientes. Por otro lado están las reglas de exhibición que regulan el comportamiento esperado en diferentes circunstancias. Si vas a la funeraria, trasmites tu pésame con un rostro serio y no entre risas. Las relaciones de poder también te llevan a suprimir emociones, pues no debes mostrar todo el enojo que puedes sentir ante tu jefe. A pesar de todo el esfuerzo, siempre que alguien miente u oculta una información se producen movimientos involuntarios que lo delatan y alguien con entrenamiento puede detectarlo.
DETECTIVES DE EMOCIONES
Cuando disfruté de la serie Lie to me (Miénteme) recién trasmitida por la televisión cubana, no me dejé impresionar por las artimañas del Doctor Lightman.
En la saga, el protagonista maneja una empresa integrada por detectives de emociones. Utilizan las microexpresiones para descubrir, a través de las expresiones del rostro, mentiras bien elaboradas y verdades poco creíbles.
«El propio Ekman asesoró la saga y en la actualidad constituye uno de sus principales críticos», me dice Yunier y comenzamos a hablar sobre el cine y los artilugios de la industria Cultural
«Este audiovisual tiene su toque sensacionalista. Está diseñado para vender y muestra muchos falsos positivos, pues asegura que alguien miente cuando realiza determinado gesto. Acierta en el tema de las microexpresiones faciales, pero comete muchas pifias en el resto de los aspectos que atañen a la comunicación no verbal. ¿Si me preguntaras cuánto tiene de ciencia y cuánto de ficción? Podría decirte que 50 y 50».
En la actualidad el tema de las microexpresiones faciales se estudia en distintas universidades del mundo. En menos de 25 segundos aparecieron en Google, el buscador de datos más usado de Internet, más de 13 mil páginas con contenidos relacionados.
Los estudios de animación Pixar se nutren de estas teorías para dotar a sus personajes animados de expresiones humanas creíbles. En el año 1995 solicitaron la colaboración del afamado psicólogo norteamericano para la realización de la película Toy Story, la primera cinta de animación digital en la historia del cine. Además, el investigador ha brindado consejería al FBI y a otras agencias de seguridad.
Las aplicaciones de estos estudios llegaron hasta los aeropuertos, pues en muchos de ellos se han instalado sistemas informatizados para decodificar emociones y comportamientos sospechosos entre los viajeros.
En la psicología médica existen otras aplicaciones.
«Por ejemplo — me asegura el joven investigador— las microexpresiones faciales sirven para saber qué siente en realidad un paciente, aun cuando este intente negar su estado de ánimo real, por ello se emplea como instrumento para estar más seguro antes de darle el alta médica a una persona con ideas suicidas.
«También se utiliza en psicología del deporte. A un entrenador le interesa conocer el estado de sus atletas, pues ellos suelen disimular el sobre esfuerzo y los síntomas del cansancio extremo, para continuar el entrenamientos».
SABER RECONOCER LAS EMOCIONES DEL OTRO
Yunier Broche no se conformó con estudiar los aportes de Ekman y desarrollo esta línea de investigación.
«Queríamos saber cómo y con qué facilidad las personas identifican las emociones en el rostro del otro. Para ello estudiamos a personas normales (jóvenes universitarios y adultos mayores) y a convictos que cometieron asesinatos y robos con violencia».
—¿Qué descubrieron?
—Los jóvenes identificaban bien las emociones en el rostro del otro. Solo tuvieron dificultad para reconocer el desprecio, pero muchas teorías aseguran que esta es una emoción no básica, sino aprendida y muy relacionada con el componente social. De ahí pasamos a estudiar a los adultos mayores, pues la capacidad de reconocer emociones debe mejorar con los años. Entonces trabajamos con ancianos que viven en sus casas, junto a sus familiares y con otros que se encuentran en Hogares. Así descubrimos que los abuelos que se mantienen en instituciones estatales presentan problemas para reconocer las emociones básicas (alegría, tristeza, sorpresa, miedo, ira y asco). Por tanto, si bien uno no aprende a reírse, las relaciones sociales sostenidas protegen nuestra capacidad para reconocer emociones en otros y lograr la empatía.
—¿Y en el otro grupo estudiado?
—Las personas recluidas en centros penitenciarios que estudiamos confunden el asco, con el miedo, y la ira, algo que no sucede entre los sujetos sin antecedentes penales. Los reos estudiados parecen ser indiferentes ante la configuración emocional en el rostro del otro, es decir ante el sentimiento que reflejan sus similares.
—¿Se le puede mentir a una persona entrenada para reconocer emociones verdaderas?
—Si, claro. Nadie es infalible, pero la mentira es tan adaptable como la verdad. Tus padres pueden decirte que eres la mujer más bella e inteligente del mundo, aunque no sea cierto, pero eso te hace sentir bien. Quien siempre dice la verdad es tan desadaptado como quien siempre miente. Lo mejor es confiar en determinadas personas, y esperar de ellas lo mejor.
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