Los primeros anuncios de S.O.S Academia despertaron la curiosidad de los espectadores. Esperaban una serie diferente, capaz de marcar un punto de partida hacia la modernidad en la producción de dramatizados. El resultado final no cumplió esas expectativas. Una vez más, el televidente recibió un producto insulso, plagado de argumentos risibles e incoherentes.
La televisión tiene que entretener, por eso las grandes cadenas capitalistas apuestan por historias refrescantes, matizadas por soluciones predecibles y selladas con el inviolable Happy End. En ocasiones, la crítica cubana arremete contra esas producciones extranjeras. Las catalogan de banales y se tapan los ojos ante la superficialidad de ciertos espacios cubanos.
La guionista original de Anatomía de Grey, Shonda Rhimes, regala una trama seductora, con personajes bien construidos que experimentan situaciones creíbles. Por tanto, no se puede generalizar a la hora de emitir valoraciones sobre las propuestas foráneas.
SOS Academia no logra concretar un argumento coherente y ofrece pedazos de historias, algunas interesantes, pero desprovistas de una continuidad lógica en la sucesión de los capítulos. Un martes puedes encontrar a Marlon agobiado por el acoso sexual de su tío y el próximo jueves ni de eso se habla.
Los cambios en la psiquis de los personajes suelen ser muy bruscos y por tanto carentes de naturalidad. Mariana amó con locura a Ernesto y de repente el sentimiento se esfumó para centrarse en Ulises.
Los personajes parecen caricaturas. Meras representaciones de las llamadas tribus urbanas, donde las personas se dividen en Micky, Hemo, Repas… Jany encarna a la rockera criada en una casa de niños sin amparo, Mariana (en vano intentan compararla con Marilyn Monroe) representa a la niña mimada y sanaca y Marlon aparece como el machista intolerante.
Magnifican sucesos intrascendentes. ¿A quién se le ocurrió la idea de suspender a una alumna y acusarla de dopaje tan solo por tomar pastillas de Ketotifeno?, un medicamento harto utilizado en las crisis de asma, padecimiento que también sufría el personaje en cuestión. Escenas de este tipo resultan risibles, tontas, sobre todo en un país donde abundan las personas con cierta cultura médica.
El director (Rogelio Blain) decepciona por sus decisiones contradictorias propias de la adolescencia. Su esposa (Nancy González), la cleptómana, no logra convencer a nadie y ni si quiera vale la pena mencionar a la maestra de canto y sus debilidades por el sexo opuesto.
Fracasan en el intento de imitar series como las españolas El Internado o Un paso adelante, e ignoran el legado de otras producciones juveniles cubanas como Enigma de un verano y Coco Verde.
A SOS Academia podemos agradecerle el deseo de mostrar un producto diferente, más atractivo, pero se quedaron cortos. Una vez más falló el guión inteligente, ese que debe entretener y seducir.
Los guiones constituyen la raíz de todos los males en la producción de dramatizados cubanos. En nuestra realidad sobran historias para contar. Además, siempre se puede jugar con la imaginación y hablar del país X donde pasan cosas fantásticas.
En estos momentos, muchos espectadores lanzan su llamado de S.O.S. La mayoría se embulle en la otra televisión, esa que llega en memorias y discos extraíbles. Todavía estamos a tiempo de aprender a escuchar.