Con él experimentó un amor a primera vista. Desde los 8 años supo que lo amaba irremediablemente. Ahora no puede dormir con tranquilidad. Se retuerce en la cama, acomoda la almohada, estira los pies. Las ideas no quieren salir de su cabeza. Una lluvia de palabras le interfiere el sueño.
No le queda más remedio. Abandona el cuarto y abre con desgano la laptop. Toma los espejuelos y comienza a crear. La boca entre abierta delata la complacencia del momento. Encuentra la felicidad en la conjugación perfecta de un verbo. Las oraciones se agolpan en la mente y salen a una velocidad espantosa, mientras maltrata el teclado de la computadora con la yema de los dedos.
Tiene un defecto: es demasiado perfeccionista. Vuelve a la primera línea, acicala cada párrafo, se detiene en las palabras para examinarlas, como el médico que ausculta a un paciente.
No debería amarlo tanto. Se reprocha en silencio mientras el reloj devora los minutos de la noche. Al final no le va bien con este amor. Pudiera ganar mucho más en otro empleo y arreglar las grietas de una casa que se doblega ante el tiempo.
Además, tiene una vida muy agitada. Casi nunca puede disfrutar de los días feriados y la familia le reprocha su inasistencia al último cumpleaños del sobrino. Siempre trabaja cuando otros disfrutan.
Su caso no tiene remedio. Está enamorada. El periodismo se le metió por las venas y se le alojó en el corazón como si fuera una placa de colesterol. Piensa la vida como una noticia.
No puede quedarse callada. Examina la sociedad centímetro a centímetro. Tiene tantas cosas que decir. A veces lo maldice cuando la burocracia anula sus intenciones o el silencio aplasta la primicia. Pero solo é sabe hacerla feliz, tanto como el amante cruel que lastima mientras ama.
Va a envejecer pobre. Tal vez no podrá ofrecerle a su hijo una vida de ensueño. A su favor tiene miles de historias interesantes del viaje a la Unión Soviética y de la foto que tomó desde un tanque elevado. Cada día vive una aventura diferente.
El periodismo la define. Ahora es audaz, atrevida, contestataria, reflexiva, apasionada.
Otra vez regresan las ideas del reportaje. La crónica toma forma en su cabeza. Rezonga un poco. Gira con incomodidad en la cama. Ahí está de nuevo frente a la vieja laptop. Teje historias, se apasiona por una causa justa, reclama con razón, elogia. Sonríe satisfecha mientras engulle otro buche de té. Estira las manos al igual que lo hace el pianista en cada función. Ya lo sabe. No tiene remedio. Siempre termina en sus brazos. Está irremediablemente enamorada de su profesión.