Los primeros anuncios de S.O.S Academia despertaron la curiosidad de los espectadores. Esperaban una serie diferente, capaz de marcar un punto de partida hacia la modernidad en la producción de dramatizados. El resultado final no cumplió esas expectativas. Una vez más, el televidente recibió un producto insulso, plagado de argumentos risibles e incoherentes.
La televisión tiene que entretener, por eso las grandes cadenas capitalistas apuestan por historias refrescantes, matizadas por soluciones predecibles y selladas con el inviolable Happy End. En ocasiones, la crítica cubana arremete contra esas producciones extranjeras. Las catalogan de banales y se tapan los ojos ante la superficialidad de ciertos espacios cubanos. Sigue leyendo