La vida corre. Las tecnologías impusieron su propio compás acelerado. En un año el mercado renueva conceptos, tecnologías, aplicaciones y los aparatos se suceden unos tras otros, en una carrera sin fin hacia la perfección miniaturista.
En este escenario mandan las modas. La imagen se erige como la carta de presentación del hombre posmodernista. La gente tiene sed de novedad y por ello imita los patrones de vida impuestos por la Industria Cultural.
Cuba también es parte de esta dinámica de consumo de bienes culturales y, aún sin proponérselo, importa conceptos impregnados de banalidad, los cuales se transmiten, como una epidemia, entre los jóvenes y adolescentes. Sigue leyendo