Con él experimentó un amor a primera vista. Desde los 8 años supo que lo amaba irremediablemente. Ahora no puede dormir con tranquilidad. Se retuerce en la cama, acomoda la almohada, estira los pies. Las ideas no quieren salir de su cabeza. Una lluvia de palabras le interfiere el sueño.
No le queda más remedio. Abandona el cuarto y abre con desgano la laptop. Toma los espejuelos y comienza a crear. La boca entre abierta delata la complacencia del momento. Encuentra la felicidad en la conjugación perfecta de un verbo. Las oraciones se agolpan en la mente y salen a una velocidad espantosa, mientras maltrata el teclado de la computadora con la yema de los dedos. Sigue leyendo