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Parisinas pueden oficialmente vestir pantalones en público

Las parisinas pueden ahora ponerse pantalones en la calle, aunque no lleven “las riendas de un caballo” o estén “al timón de una bicicleta”, tras la anulación de una ley de hace más de 200 años que prohibía a las mujeres vestir esa prenda en público.

La prohibición a la población femenina de la Ciudad Luz de vestir pantalones en público ya no tiene ningún valor jurídico, tras la anulación de una vieja ordenanza municipal de la época de Napoleón, que aún estaba en vigor, señaló el lunes el ministerio de Asuntos de la Mujer.

La legislación, que databa del 7 de noviembre 1800 (el 16 Brumario) había provocado hace unos meses airados comentarios del senador Alain Houpert, que llamó la atención al ministerio sobre el texto, y pidió su anulación. Sigue leyendo

¿Por qué las mujeres ganan menos que los hombres?

Dos estudios de género publicados en los últimos días muestran que si bien las mujeres latinoamericanas han hecho avances importantes en lograr la igualdad con los hombres en el acceso a derechos básicos como la salud y la educación, todavía están relegadas cuando se trata de sus ingresos.

Tanto el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) como el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) muestran que las mujeres en la región ganan sustancialmente menos que sus pares masculinos.

Según el estudio «Nuevo Siglo, Viejas Disparidades» del BID, las mujeres latinoamericanas ganan en promedio un 17% menos que los varones. Pero en algunos países esa diferencia es más pronunciada. Sigue leyendo

LO QUE PUEDE HACER LA LLUVIA

Será la lluvia quien nos pone los ojos a media hasta y nos invita a la cama. Entonces llegan las nostalgias, las melancolías… los deseos de escapar aún refugiados en la vieja sombrilla que no resiste ni el primer viento platanero.

Pero nada como la poesía para levantar los ánimos de un día que se desploma en la llovizna.

No me pueden faltar los de siempre, Cortázar,  Neruda, Benedetti, Carlida, Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou y unas cuantas mujeres más que hicieron poseía con la experiencia de una vida sufrida o soñada, imaginada en medio de pasiones que descubren su encanto en la prohibición.

Por eso admiro tanto la literatura escrita por mujeres, porque encienden la llama del deseo oculto en aquellas que se resisten al cambio y se han acostumbrado a existir a la sombra entre pañales y calderos.

Ser mujer va más allá del maquillaje y de los tacones aguja, a los cuales no renuncio por tal de pertenecer al  esteriotipo de la mujer profunda.

La feminidad viene implícita en ese sexto sentido con el que se nace. Cierto olfato para ver más allá de la punta de la nariz.

Se trata del amor inmenso que se siente desde que la semilla se posa en el vientre y de los deseos de vivir que nunca se acaban ni aún después de los cincuenta.

Admiro a las que se imponen a los prejuicios y se ríen del machismo en pleno siglo XXI.

No se trata de renunciar al hombre de tu vida, sino de tener la gracia de enseñarlo a convivir en estos tiempos donde la mujer, es madre, esposa, hija, pero también una profesional que precisa de tiempo para superarse.

Siempre querré tanto a mi madre, por haberme enseñado a no bajar la cabeza ante el dolor y a luchar incluso cuando no queden fuerzas.

Por eso hoy, renuncio a la soledad de mi cuarto y me lanzo a la vida con mi paraguas roto.

Entonces, siento la lluvia, otra vez me corre por el cuerpo y produce aquella sensación olvidada. Recuerdo los días de la infancia donde corría de un lado al otro y me inventaba piscinas en los charcos o echaba a la mar cientos de barquitos de papel que no encontraban puerto.

Creo que debe ser la lluvia, porque he comenzado  a vivir esta mañana, la culpa la tiene el temporal, quizás a él deba agradecerle tanta felicidad.   (Leslie Díaz Monserrat)

MADRE DE AMORES ROTOS

Hace mucho que no anida la mariposa entre mis piernas. Hace mucho que olvidé el beso de la mañana y ahora solo tengo atardeceres de primavera. Tanto soñé con el mundo rosa. Tantas novelas de Corín Tellado, terminaron por afectarme el cerebro y todavía imagino al hombre que se acerca con el aroma natural del macho, jadeante por el deseo que late en mi estómago.

Pero más vale despertar de esos deseos cuando el grito de un bebé funciona como despertador y un esposo horrendo revolotea por el cuarto. Sigue leyendo